Por Camilo Escalona. En la democratización
de nuestra sociedad está pendiente el sistema electoral binominal y en mi
opinión, en la diversidad de la sociedad chilena de hoy, cuando se ha producido
una crisis de legitimidad de las fuerzas políticas en el país, cuando los
partidos políticos tienen un prestigio del 7%, y cuando el prestigio del
Congreso Nacional y del Gobierno es uno de los más bajos o, tal vez, el más
bajo de toda nuestra historia, no cabe ninguna duda que la prolongación del sistema
electoral binominal es uno de los factores centrales en esta crisis de
representatividad porque la diversidad de la sociedad chilena es muy difícil
que ingrese al Congreso Nacional a través del sistema electoral binominal.
Por ejemplo, en el Senado los dos bloques mayoritarios tienen
representación en todas las regiones excepto un caso. Hay un Senador
Independiente, que es el caso de la Región de Magallanes, en que uno de los dos parlamentarios es independiente, es
decir, de 38 Senadores y Senadoras, en un caso es posible que se manifieste la
diversidad; en un caso, de 38.
Lógicamente, para gobernar tiene que haber coaliciones
amplias, de manera que este problema no se resuelve disolviendo las coaliciones;
eso seria una manera enteramente absurda de pensar este proceso, es decir,
digamos generar el caos no es la solución; que no haya alternativa de gobierno
para el país no es la solución.
La solución es generar un sistema electoral que permita que
la diversidad que hoy día tiene la sociedad chilena se pueda representar en el
Congreso Nacional, y el actual sistema electoral es un factor esencial en la
crisis de representatividad porque por ejemplo, en el caso de Aysén, o en el
caso de la Tercera Región, o en el caso de la Segunda Región por el movimiento
de Calama, o en el caso de movimientos sociales como el de los estudiantes, o
de opciones temáticas como la medioambientales, en que ciudadanos y ciudadanas
no se organizan en un partido político nacional de carácter tradicional, sino
que se pueden organizar en función de un tema o demanda concreta, sea regional,
local o de país. Esas personas, que
podrían perfectamente con un sistema proporcional tener representación en el Parlamento,
quedan excluidas con el sistema binominal.
Para poder mover el desarrollo del país en una dirección
distinta se necesita un sistema político con una fuerza que hoy no tiene. Regular la economía, lograr una inflexión para
que el país no sea, simplemente, dos grandes cadenas bancarias, dos o tres
cadenas farmacéuticas, dos o tres empresas del retail, una pura compañía aérea,
que no se concentre todo en una sola gran cabeza económica de tres o cuatro familias y, al
lado, una sociedad enteramente pauperizada, sin derecho y debilitada, y un
sistema político frágil.
Hacerse cargo
de este desafío de poder replantear los términos del desarrollo de nuestro país
en las próximas décadas requiere un sistema político mucho más fuerte que el
actual.
Mi convicción es que mientras más débil el sistema político
más desigual va ser nuestro país, porque enfrentar la desigualdad es una tarea
consciente, no es una acción espontánea, es una acción para la cual el Estado
tiene que actuar y tiene que operar.
Debo señalar que quiero tanto a mi país, que si me he
empeñado en tratar de que podamos abrir
un diálogo sobre nuestros grandes desafíos y podamos, aunque sea un rato,
parar las recriminaciones mutuas, es porque veo que el esfuerzo enorme,
gigantesco, de tantas generaciones que han querido engrandecer nuestra patria,
no se va a resolver si el sistema político no es capaz de salir del círculo
vicioso en que se encuentra y se abre a una nueva mirada y asume la
responsabilidad que le corresponde.