
El año 2008 esta regla se rompió, generándose un déficit del 0,6% del PIB. Luego, en 2009, la situación económica determinó una caída importante de los ingresos fiscales, y el Estado tuvo que echar mano a una parte del ahorro generado por la regla del superávit. El presupuesto del próximo año plantea, nuevamente, y por sexto año consecutivo, un porcentaje de déficit fiscal.
Hay dos elementos muy preocupantes en esta situación: el primero es que el déficit se ha venido produciendo en años de buen (o notable) desempeño económico, lo que nos lleva a preguntarnos qué va a pasar cuando de verdad lleguen las vacas flacas. Lo segundo, es que no hay una tendencia a la baja en este déficit, así como tampoco un planteamiento o una meta a largo plazo de cómo y cuándo re-estableceremos un balance presupuestario.
Es entendible que no se puede llevar el déficit a cero de un día para otro sin afectar fuertemente la economía, pero es fundamental que en el largo plazo nos fijemos una trayectoria gradual que permita subsanar el desequilibrio. Europa ya nos ha dado ejemplos suficientes de lo que puede resultar de una política fiscal complaciente, y Estados Unidos está en una encrucijada por lo mismo. Y aquí las estrategias son simples. Igual que en la economía doméstica, si se quiere ahorrar, o se gasta menos, o se ingresa más.
María Loreto Ferrari
Directora Escuela de Negocios AIEP